Las patas de las sillas te reclaman,
a todos nos faltan pies en esta casa.
Propongo ilumines la puerta con tu timbre
cualquier día a las doce,
pasado mañana, hace cien años.
Siembro velas en botellas de vino,
sopesando la espera, que ni existe,
ni avisa,
ni mira,
ni siente,
y alimento las cucharas con miel,
y cuelgo imágenes mentales
en las paredes izquierdas.
Repaso el mapa cromático
y pongo la mesa.
Cenaremos sorpresas,
saldremos a alimentar palomas,
b
a
j
a
r
e
m
o
s
hasta el río,
mojaré tus pies
y mis ojos soltarán el cordel
para que puedas volver
volando papalotes.
Yo tengo un parasubidas,
y trepando nubes intentaré alcanzarte,
seguramente sin fortuna,
sin tiempo,
ni sonido,
ni cuerdas,
pero con palabras agolpadas
en montañas sinrazones.
Volveré a verte
ayer, dentro de cien años,
haciendo al guardagujas
que espera tu tren
y tu guiño,
como señal contundente
para cambiar el rumbo
y que nos den las doce
pintando giralunas
en paredes inconclusas.
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1 comentario:
Tú, y los trenes, y los guardagujas y los pies y tu poesía.
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