Con su libro abierto y su dedo alzado,
midiendo su inspiración en sílabas,
pujando pa´ parir metáforas frustradas
su voz que arrulla,
su pose de diva inmaculada.
Con un ojo a la estrofa
y otro cazando alguna gringa
que apantalle su retórica,
con un ladrillo en cada suela
y jugando a ver quien conoce
más autores de apellido extraño.
Qué ganas de salir corriendo
cuando exploran sus notas
revolcando lo ya dicho,
lo tan obvio,
haciendo poesía frente al espejo.
Qué güeva me dan los poetas,
embarrándose cultura
para curarse de lo burdo,
frunciendo el ceño,
agravando la voz,
blandiendo un libro,
recitando letanías
pero imaginando aplausos.
Qué antojo de dormirme,
mientras convocan a otro concurso
y juegan volados a ver quien lo gana,
entregando carpetas beige en toda oficina,
en toda editora,
cambiando sus vidas
por poesía becada.
Comprando musas,
chupando vino y deseando mezcal,
disfrazando cuartetos de sonetos,
gozo de elegía.
Qué güeva me dan los poetas,
qué envidia me da la poesía.
lunes, 25 de octubre de 2010
jueves, 14 de octubre de 2010
No creas que el frío
No andes creyendo que tiemblo de frío. No Imagines ni un momento que mis dedos se han pegado unos con otros y por eso ya no escribo, ya no toco, ya no pinto. Aunque me mires chiquito en el algún rincón de esta ciudad sin ley, aunque me acerque a buscar en el peor de los casos el calor de las bombas molotov o el de los aplausos de los de siempre, en donde siempre. No te vayas a creer el cuento de que vivo sobre un témpano de cielos congelados y despierto a media noche buscando algo que todavía no se que es, no pienses aunque parezca que me empiezan a nacer estalactitas alrededor del corazón y que mi falta de talento es por los polos derritiéndoseme encima. Nomás acuérdate cuando a mordidas te llevaste el sol.
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