Cmd + S, seguidos de un contundente Enter fue lo último que teclee aquella tarde de sábado, tomé las llaves y la chamarra y salí del departamento guiado más por llamadas y mensajes insistentes en mi teléfono que por las ganas. Increíble, fui a la fiesta.
De pie frente a la puerta del 304 mundos dispersos giraron alrededor mío, pensé en salir corriendo, comprar un gran helado, una bolsa de bolillos y alimentar palomas, escuchar un blues; pensé muchas cosas, todas ellas como una magnifica opción para no tocar el timbre, pero de todas formas toqué. Contorsionistas vulgares en ritmos caribeños inundaban el lugar, un amasijo de trompetas y tambores de sonido sucio; todos gritaban y se movían sin orden aparente.
-"¿Bailas salsa?" – preguntó alguien,
-"No" fue más un derechazo a la mandíbula que una respuesta. (y si lo hiciera no sería contigo, pensé)
(Caminé hacia el festejado,)
-"pude haber traído un regalo, pero pude haberme desviado camino a comprarlo" – dije.
-"no te preocupes, qué quieres tomar"
-"Asiento" – dije y sonreí para nivelar el asunto.
Sonrieron también los de alrededor, tomé un vaso con "algo" y me fui a merodear por el departamento, bailadores estorbosos interrumpían mi paso, glotones compulsivos obstruían la puerta de la cocina, borrachos audaces improvisando resaltaban los rasgos más particulares de cualquiera que les pasara delante. Di el primer sorbo… ¡hubiera preferido morder estambre mojado o quemarme la lengua! Whisky barato con jugo de piña de la marca del supermercado, diablos, necesito… uhmmm… ¡ ya sé! Pasé delante de los borrachos haciendo oídos sordos, dije "con permiso" más veces de las que había dicho en mi vida para lograr pasar la aduana de glotones en la puerta de la cocina, abrí el refrigerador y ¡Eureka! Si había leche, y además orgánica, qué suerte, tomé todo el empaque, que dicho sea de paso se adaptaba perfecto a la forma de mi mano, dejé el vaso de alcohol y no tardaron en pescarlo unas gemelas que rondaban el lugar.
Un lugar desocupado en un sofá lo suficientemente viejo como para garantizar comodidad y mi suerte empezaba a cambiar, unos pasos firmes y lo tenía, el asiento era mío. Bote de leche en mano decidí tomar con filosofía el asunto, tal vez si hurgaba lo suficiente en la personalidad de alguno de los contertulios podría inventarme una historia lo bastante torcida como para que me publicaran en la revista intelectualoide esa de la cual me habían marginado tantas veces que se volvió un capricho. Dos ojeadas generales, una especie de zoom directo a la chinita de lentes y ya comenzaba a tener pies la historia.
(Tiene cara de asesina, pensé y comencé a dejar volar la imaginación.)
Se fraguaba algo tremebundo cuando apareció.
-"Qué calor hace, ¿no?", (fue lo más inteligente que atinó a decir).
-Ey… respondí tratando de jalar del pelo a la musa que se escapaba en mi cabeza.
-¿ves el cuadro de allá?
(Pude responder haciendo uso del curso de historia del arte que me hicieron repetir, decir que Tintoretto fue renacentista, que nació en Venecia el mismo día que nací yo pero mucho tiempo atrás, que en realidad se apellidaba Comin y se llamó Jacobo, que se inspiró en la diosa Hera para pintarlo, que mide como metro y medio, que el original está en Londres y que esa es una litografía barata) Pero sólo dije:
-Lindo,
(siguió la perorata)
-Es de… cómo se llama… Carava.. no, no, espérame… Tintoretto,
(¡vaya, alguien vio History Channel anoche!)
-Órale… (dije intentando hundirme en el sofá)
-¿Te cuento la historia? (dijo y vi venir la tormenta)
(Pensé que si la contaba, yo tendría unos minutos para seguir inventando un oscuro pasado a la chinita de lentes y la idea me gustó)
-Bueno…
-Resulta que en por ahí de 1,400… ¿no te aburro verdad?
(vieras que sí)
-No, no te preocupes (zzzzzz)
-Pues, hubo una etapa llamada… oye, pero, mientras platicamos tomemos algo, ¿qué estás tomando?
-Leche… (¿de qué tiene cara la botella blanca con manchas negras que está en mi mano?)
-¡Léche! Bueno, voy a traerte más y a servirme algo yo.
-Perfecto
Levantó sus pantalones rotos del sofá con risa nerviosa y mi mirada volvió a la "asesina"; ya se me hacía conocido ese perfil criminal, seguramente su abuelo le enseñó a usar rifles y matar pájaros en la casa que seguramente tenían en el pueblo de donde seguramente viene toda su familia… Acusaciones prosaicas pero bien fundamentadas salieron de boca de los borrachos y llamaron mi atención, mi leche venía en camino y su conducto al parecer era blanco perfecto de la inspiración popular, un audaz (bendito) borracho en su perfecta torpeza se cruzó en su camino, le hizo tropezar, intentar equilibrarse con resultados aun más devastadores, rebotando contra el falso Tintoretto y sacándolo de su barato marco, uniendo la leche orgánica de bote de manchitas con la leche una vez pintada por un Veneciano y reproducida en serie por los orientales… risas inmediatas, insultos, más características particulares hechas rima… y yo sin parar de reír noté que un delgado camino consistente y blanco llegó hasta la punta de mi pie izquierdo, tomé un poco con el índice y lo chupé, "lástima" dije, sin aclarar por qué.
Salí con una historia entre los huesos y las ansias de escribir. La chinita y su cara de asesina tendrán que esperar.
Por cierto, mañana me publican en la revista aquella.
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