A cualquier rincón de Oaxaca le sobran ingredientes para un hechizo, pero tú tenías la magia. Uno de esos rincones -el mío- te esperaba en celo. Por fortuna estaba en un segundo piso, porque esos ojos tuyos asumo no pueden verse desde cualquier parte, menos desde abajo. Esos días tan dolientes por ausentes este mes y tan huérfanos de hijos me tenían recogiendo cables y buscando tonos que no quería encontrar, amalgamando el color preciso para el cuadro que no pretendía pintar, pero se alumbraron, nos alumbramos todos, cuando en vuelo vertical apareciste en otro rincón, el de mi ventana; mi árbol interior gritó “por fin” madurándose de frutas verdes y nadamás atiné a decir algún vocablo torpe, que no recordamos.
El tiempo caminó nuestras lenguas y me vestí de ti aunque yo te quedara chico, te olvidé de memoria para descubrirte a cada ojeada y de verdad, te encontré. Ahora me resuena un blues desafinado de prisas en lo que quedó del árbol, pero te sigo buscando en cada encuentro, ya no por tu magia, ni por tus rincones, te busco por tu hechizo.
Feliz cumpleaños Sandy.