Usé tu champú y tu jabón, ese que huele rico, lo llené de pelos mientras el agua me enjuagaba el espiral de desaciertos que colecciona mi espalda; rompí la mañana de este agosto cada vez menos nuestro quitando los kilómetros que se quedaron entre los dedos de mis pies con la ayuda de esa toallita tan cara que no me dejabas ni ver y recité nuevos hechizos para hacer crecer la planta que vive gracias al agua que le sobra al vaso de lavarse los dientes.
Me dio mucha risa verme dando vueltas en el mismo sitio, repasando lo roto del piso como le hacen los insectos sentenciados a muerte por el spray mortífero que escondemos tras el refri. Entonces un tipo dentro del espejo me gritó el nombre de todos los lugares que no caminaremos y me descubrí desnudo, laxo, respirando sólo para que las cosas que olvidaste tengamos uso al iniciar la semana.
Se secaron las cosas dentro de esta casa, al ritmo de la sombra.
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